Texto Narrativo
- Naomi Manangón
- 27 ene 2021
- 7 Min. de lectura
Actualizado: 4 feb 2021
"Uno menos"
Alicia Yánez Cossío

María Dolores tenía como doscientos años, se sentía bien, vivía contenta y saludable y no quería morirse. Todas las mañanas, apenas abría los ojos tomaba sus pastillas contra la vejez. Guardaba en su mesa varios frascos de pastillas, gracias a la treta de ser la cliente de algunos geriatras, quienes, atraídos por su innata simpatía y por la gracia con que relataba los acontecimientos de los tiempos viejos, le suministraban la medicina pasando por alto la prohibición de proporcionar las pastillas a las personas que hubieren llegado a cierta edad.
Cada uno de los médicos pensaba en sus adentros que una vieja más en el mundo no era un delito, no importaba mucho pero le recomendaban cautela: no debía salir a la calle, debía mantenerse alejada de todos, y ser muy discreta para no llamar la atención. Pocos viejos en el mundo tenían la suerte y la cantidad de pastillas que María Dolores.
La superpoblación en las ciudades era increíble, nadie quería morirse; los centenares de hombres y mujeres que se habían hecho invernar, consideraban que había tenido que pagar por sus respectivas prolongaciones de vida. Tenían que seguir viviendo hasta donde la técnica hiciera el milagro de la inmortalidad, aunque muchos debían llevar la existencia artificial, de laboratorio, y se sentían desubicados en un mundo tan extraño.
De todas formas, morir era más fácil que nacer. El nacimiento de un niño era un absurdo. De vez en cuando, algunas mujeres que se sentían solas pensaban que tal vez un hijo remediaría la situación. Luchaban por el derecho a la maternidad, a brazo, partido, tratando de adquirir un espermatozoide artificial o natural, pero ni los hombres ni los laboratorios se los daban sin una serie de requisitos casi imposible de llenar. Estas mujeres, consideradas psíquicamente anormales, luchaban por concebir y cuando lograban concebir, luchaban como lobas resistiéndose al aborto. Debían permanecer escondidas porque la sociedad en que vivían las tachaba de egoístas. Nunca se vio a una mujer grávida en la calles, eran repugnante, y sus vidas valían menos que las de un insecto. Cuando lograban tener el hijo esperado y deseado, sus soledades disminuían, desaparecían sus respectivas neurosis, pero la presión de la sociedad era tal, se sentían tan solas e impotentes, que casi siempre terminaban por arrepentirse dejando a un lado la pesada carga psicológica y material que era el hijo.
Había tan pocos niños en el mundo que no valía la pena el que hubiera casas cunas ni colegios ni sitios especiales para ellos. Los niños vagaban de un lado para otro como perros sin dueño cuidándose entre ellos y esperando la oportunidad de hacerse hombre y mujeres para saber defenderse y bastarse a sí mismos.
También María Dolores se sentía sola y lejana, a veces no podía apartar de su mente ciertos recuerdos de su infancia. Entonces tomaba algunas pastillas azules para lograr ciertas amnesias parciales. Se olvidaba de lo que quería olvidarse, pero pasado el efecto, volví a recordar lo mismo, lo cual no era razón suficiente para querer morirse. Vivía sola en una pequeña buhardilla con muchas de las comodidades de la época. No tenía amigos porque las gentes de su edad ya no existían. Sus parientes la detestaban por vieja y los viejos que se habían hecho hibernar no servían para amigos de ellos porque eran como espectadores asustados de una vida en la cual no tomaban parte, ni se integraban totalmente a ella. Por fuerza de las circunstancias Cómo era la soledad y el abandono se hizo la gran amiga de los pocos niños que deambulaban por las calles de la ciudad. Eran cuatro o cinco los que se reunían en su buhardilla. Muchas veces se quedaron a dormir con ella porque sus alfombras eran más confortables que el pasto o el cemento donde dormían por lo general. Ella les contaba cosas fascinantes de los tiempos viejos que los hacían suspirar y ellos le decían cosas extrañas y crueles. Pero el mundo era así, y a pesar de estos escollos pasaban largas horas hablando y hablando y haciéndose mutuamente compañía.
La vieja les daba comida y golosinas para que volviera. Ellos siempre volvían y cuando los niños se alejaban de Ella se quedaba triste. Pero esta tristeza no era suficiente razón para querer morirse. Teniendo la cantidad de pastillas que tenía, le importaba poco la opinión de la gente que, no dejaba de mirarla mal, como si ella, por razón de su edad, a ocupar un espacio más grande que el resto de la gente de menos años, en el apretado y confuso mundo.
Aquella tarde ella, y los niños habían conversado muchas cosas y se habían entretenido en cocinar el más extraño de los platos: una sopa. Cuando se despidieron, ella se asomó a la ventana de su altísima buhardilla para verlos caminar hacia sus soledades. Vio, un poco inquieta, cómo uno de ellos no tomo la vereda aérea, que debía tomar para cruzar la calle, sí no que trató de cruzar la corriendo como para demostrar a sus amigos __y también al mundo…lo valiente que era, como desafiaba a todos, o para demostrar que.... María Dolores vio a los otros niños caminando sobre la cabeza del que iba debajo, y vio también un vehículo supersónico manejado por una mujer qué aceleró toda la marcha y hasta vio cómo se desviaba unos metros para atropellar al niño... Ella grito con todas sus fuerzas. Los silenciadores absorbieron el alarido...el muchacho quedó aplastado en la calle como un bistec sin cocinar...Los otros niños se dieron a la fuga acicateados por el instinto de conservación... Las ruedas del vehículo marcaron el pavimento unas paralelas de sangre.
La gente que transitaba de sus asuntos a su rutina y vio el espectáculo, se encogió de hombros y dijo: "Uno menos".
Instantáneamente apareció en el lugar un carro de limpieza con una pala mecánica recoge los restos del niño. Los metió en su fondo junto a la basura que traía. Luego limpio la calle con un chorro de agua y desapareció... La vieja se dio cuenta de que estaba llorando, lo cual era muy raro porque esa misma mañana había tomado sus dosis de pastillas para combatir la melancolía. Le costaba entender como la muerte del muchacho le estaba afectando tanto. Hace muchos años que no lloraba hasta se había olvidado el sabor de las lágrimas. Con la punta de su lengua es como una y la mordió si se tratara de una bolita de vidrio y ese vidrio molido le pasó raspando la faringe y le llegó al corazón.
La lágrima empezó a hacer su efecto por el organismo. Fue a la mesa de noche, tomó el frasco de las pastillas de la juventud que tanto trabajo le costaba conseguir, y por la ventana abierta No se estrelló contra el pavimento. No oyó ruido porque estaba muy lejos, sólo vio que había caído en el mismo lugar donde fue aplastado el muchacho...
Cerró la ventana despidiéndose del conocido paisaje de tejados. Encendió la calefacción para estar más confortable. Se sentó en su butaca favorita. Se secó las lágrimas acumuladas desde hace muchos años que rodaban cuesta abajo por las viejas mejillas. Se puso la manta de lana que sabía el secreto de la artritis de sus rodillas. Extendió la mano buscando algo en el registro de su discoteca y encontró el botón del cassette más amable y lánguido para el momento: la música con la cual cerraba los ojos y se sumía de cabeza en el recuerdo: "Medieval and renaissence music for the irich and medieval harpe viele recordes tambourin..."
Un médico que le había dicho que cuando se sintiera deprimida y angustiada respirara hondo y escuchar a esa música. Ella lo hacía, y su angustia se cambiaba en una suave tristeza, tolerable y amiga semejante al espectáculo de cualquier atardecer. La buhardilla se llenó de sonidos y de recuerdos. Ella cerró los ojos, cruzó las manos sobre las rodillas y se puso a esperar...Al cabo de doscientos años de edad comprendió que había vivido demasiado y que no quería vivir más...

Biografía del Autor

Alicia Yánez Cossío nació en Quito - Ecuador, el 10 de septiembre de 1928.
Se casó con el cubano Luis Campos Martínez, y tuvo cinco hijos.
En 1970, ganó el Premio Nacional de Novela con un manuscrito firmado con un seudónimo masculino.
Fue la primera ecuatoriana en ganar el Premio Sor Juana Inés de la Cruz, en 1996. Fue profesora de literatura en el Colegio La Providencia de Quito en 1969, en el Santo Domingo de Guzmán y en la Academia Cotopaxi.
Recibió la condecoración Primera Clase al Mérito Cultural otorgado por la Subsecretaría de Cultura del Ecuador en 1990, y la condecoración Gabriela Mistral impuesta por el presidente de Chile don Ricardo Lagos Escobar en su visita al Ecuador, 2002.
En 2002 fue homenajeada por el Gobierno de la Provincia de Pichincha y se instituyó un concurso de literatura infantil que lleva su nombre.
Análisis
Escuela literaria:
Vanguardismo
Forma de expresión
Prosa
Género
Narrativo
Subgénero: Relato
Elementos de la narración
Narrador: El narrador es omnisciente porque relata lo que ve, escucha, piensa y siente, María Dolores y los niños, además conoce lo que sucedió o sucederá en el relato.
Tiempo
Tiempo Gramatical: Este relato está escrito en pasado.
Tiempo de Narración: Su tiempo de narración es cronológico ya que cuenta el relato mostrando a María Dolores que no quiere morirse, hasta que por varios motivos que se desarrollan en el relato ella decide morir.
Escenario
Escenario exterior: Una ciudad del futuro.
Escenario real: María Dolores vivía sola en una buhardilla con muchas comodidades de la época.
Personajes
Personajes principales: María Dolores, era una vieja que tenía como doscientos años se sentía bien vivía contenta y saludable y no quería morirse y para eso tomaba sus pastillas contra la vejez.
Personajes secundarios: Niños, amigos que visitaban a María Dolores y se quedaban con ella en su pequeña buhardilla.
Extras: La gente que transitaba por la vereda aérea, y los Geriatras, que vendían las pastillas parea no envejecer.
Tema
La soledad y tristeza de envejecer y no querer hacerlo
Vocabulario
Acicateados: estimulados, incitados.
Buhardilla: ventana que se levanta por encima del tejado de una casa.
Escollos: peligros, riesgo, dificultades, obstáculos.
Geriatras: médicos que estudian la vejez y sus enfermedades.
Treta: habilidad para engañar.
Comentario
Este relato es triste, la mayoría de mujeres siempre sueña con ser madre. Debido a los estudios que realizaron geriatras, comenzaron a vender pastillas para no envejecer y todos vivían, sin pensar en las ilusiones de las otras personas, por otro lado los viejos que no quierían morir cuando el ciclo de vida los exigía se quedaban solos y pensaban en tomar sus pastillas mientras que los niños de esta ciudad eran botados a que tengan suerte en la vida, y a mi parecer si esto llegara a pasar en un futuro sería muy egoísta de parte del mundo tener viviendo a los viejos a cambio de los seres pequeños que aun no experimentan la vida a diferencia de los adultos mayores.
Referencias:
Escritores.org (2019). Alicia Yánez Cossío. Recuperado el 16 de enero de 2021 de https://www.escritores.org/biografias/28467-yanez-cossio-alicia
Flores, G. (2015). Una ecuatoriana «juega» en el mundial de literatura. [Imagen]. Recuperado de https://www.elcomercio.com/tendencias/copamundialdeliteratura-aliciayanezcossio-beyondtheislands-literatura-novela.html
Elaborado por: Lesly Pazmiño

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